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lunes, 11 de julio de 2011
La ciudad de las víboras, de "Una profesión de putas" ( David Mamet)
: Iba yo un bonito día por las calles de Nueva York, con algo de prisa porque tenía una cita de negocios. Vestía una chaqueta de sport porque había decidido mostrarme respetuoso. No llevaba corbata porque no tengo ninguna corbata. Al pasar por Bendel's se me ocurrió que podía aprovechar los escasos minutos que quedaban para la cita comprándome una corbata,, con lo que completaría mi «atuendo profesional» y, en virtud del acto mismo de la transacción, me sentiría integrado en la sociedad mercantil que me rodeaba. Me dirigí a la sección de hombres de la boutique y sonreí con aprobación a la bien formada muchacha que se encargaba de la misma. Inocentemente, dije: «Hola. Voy vestido para una cita de negocios. Me he puesto ropa de gala, y se me ha ocurrido que debería llevar corbata. ¿Qué corbata cree usted que iría bien con esta ropa que llevo?» La chica me miró un instante y replicó «Cómprese ropa nueva». Es algo que admiro: la habilidad de vomitar tales dosis de veneno de buenas a primeras... la bilis de una vida malgastada templando el acero de un carácter despiadado. Porque el mundo está lleno de crueldad, y ¿cómo podríamos dejar de ser crueles si no fuéramos crueles? Una vez, a la mitad de un día particularmente malo, estaba comiendo en un restaurante abarrotado. Me pidieron que compartiera la mesa con una mujer atractiva que se veía que estaba de muy mal humor. Por profesión, experiencia y carácter soy receloso y nada paranoico, de modo que me tomé su truculento silencio como algo personal. Cuando me levanté a pagar la cuenta saludé con la cabeza a mi compañera accidental de mesa y le dije «Ha sido un placer charlar con usted». Ella levantó la mirada y dijo «Mi mejor amiga ha muerto hoy», a lo cual respondí «Oye, so víbora, yo no la maté». Pueden reírse si quieren, o pueden llorar si lo prefieren, pero creo, como creen todas las víboras, que mi rápida y elegante contrarréplica sacó a aquella mujer de la ciénaga de sus legítimos problemas personales y la sumergió en la mía.
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