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miércoles, 23 de marzo de 2011
Otra que escribió sobre brujas
La colombiana Susdana Castellanos escribio un ensayo llamado "Diosas, Brujas y Vampiresas", donde explica estos terminos :
¿Qué aspectos o características tienen cada uno de los personajes?
Las diosas, hechiceras, súcubos, brujas, ídolos de perversidad y vampiresas son todas la evolución de una misma imagen femenina primigenia, de la diosa madre nocturna representada ocasionalmente como la luna, siempre relacionada con la noche, las pasiones y el deseo, con lo oculto, lo misterioso, lo instintivo.
¿Toda mujer puede desarrollar las tres personalidades o solo una más que otra?
Lo que los mitos y la literatura reflejan o representan son siempre aspectos de la condición humana, todos latentes en mayor o menor grado en cada uno. En este caso diosas, brujas y vampiresas son parcialmente un aspecto de lo femenino, y a su vez un reflejo de cómo lo femenino ha sido visto desde una lectura masculina.
¿Considera que es inherente al hombre que pueda sentir miedo de la mujer por poseer una de estas personalidades?
La lectura “masculina” del mundo tiende a ser “racional” a buscar la lógica, de este modo todo aquello que no puede explicar o controlar tiende a inspirar miedo, casi siempre a todo aquello que tiene esas características inexplicables o incontrolables tiende a darles un disfraz femenino. La mujer de algún modo por su comportamiento, por su ser en sí, su cuerpo y lo que inspira, corporiza para el hombre todo aquello que no puede controlar o definir según sus términos de lo “racional”. Y sí, los hombres tienden a temer a las mujeres que desafían su intelecto, su virtud o sus sentidos.
¿Cuáles han sido sus referentes o paradigmas en cuanto al tipo de literatura que usted escribe?
No sé, los referentes son diversos ensayos, reflexiones, conversaciones. Un tema me apasiona y lo estudio, lo consulto, lo analizo y trato de plasmarlo en un libro que de algún modo sea interesante para muchas personas, porque soy profesora de jóvenes entre 17 y 24 años, entonces todo el tiempo estoy pensando en encontrar el modo de hacer los temas culturales, históricos, interesantes y tratar de transmitir la pasión que siento a mis estudiantes.
¿Por qué cree que estos tres seres son necesarios?
No sé si son necesarios o no, creo que son seres que se han imaginado a partir de unas condiciones particulares y un miedo que despiertan lo femenino, la muerte, el destino y en general lo sobrenatural, es decir, todo aquello que no se logra explicar racionalmente. Pero si volvemos a la idea de lo “necesario” quizás son necesarias como una de las formas de manifestarle al hombre “civilizado” que no todo se puede explicar por medio de la ciencia ni mucho menos con verdades absolutas y que tal vez a pesar de todos los avances científicos, siempre algo se le escapará de su pretendida visión “científica” del mundo. Los miedos siempre permanecerán al acecho en algún rincón de su mente o de su corazón.
¿Por qué afirma que la mujer lleva innata la astucia?
Tradicionalmente la mujer se ha desenvuelto en el ámbito de lo privado, para trascender al espacio de lo público, que comúnmente le ha estado vedado. Ha necesitado usar herramientas como la astucia para romper los esquemas convencionales.
¿Qué de diosa, de bruja y de vampiresa tiene Susana Castellanos?
Es una pregunta muy graciosa. No lo sé, tal vez me gustaría tener la capacidad de seducción, la autonomía, la inteligencia, la astucia, la capacidad de disfrutar, la irreverencia y el placer por los juegos vertiginosos.
Quien lea este libro, ¿tiene que estar consciente de que estos seres existen o puede leerlo alguien escéptico?
Es un trabajo de investigación a partir de los mitos, las leyendas, la literatura y la historia, es para todo aquel que disfrute de estos temas y quiera acercarse a una aproximación legendaria del miedo visceral del hombre a
la mujer.
¿Por qué considera el hombre que la mujer es un ser enigmático?
Ella encarna todo aquello que no puede explicar, su cuerpo, sus emociones, su temperamento y lo que despierta en él desde las primeras civilizaciones han sido relacionadas con lo misterioso, lo oscuro, lo impredecible.
¿Cuáles fueron sus fuentes de información para escribir esta obra?
Es extensa la bibliografía desde mitos de la antigua Sumeria, Grecia, Roma, leyendas celtas, relatos históricos de la inquisición, textos literarios, ensayos y estudios de género. Es una recopilación de muchos años de estudio.
¿Cuál es su objetivo escribiendo sobre estos tres seres?
Buscar una aproximación al comportamiento femenino y a la visión que ha existido de lo femenino. En últimas, trato de entender la condición humana, no a partir de la ciencia, no a partir de verdades o teorías científicas, sino de aproximaciones a lo más profundo de lo humano que es lo que tratan de reflejar los mitos, las leyendas y la literatura.
¿Qué características debe reunir un escritor?
A mi modo de ver y de sentir pasión por lo que se hace, yo entiendo la vida en términos principalmente de juego, deseo y pasión. Jugar a ver la vida de un modo diferente al convencional, deseo por conocer y entender el comportamiento humano, la condición humana y pasión por investigar. La curiosidad por entender el mundo para mí es una pasión.
¿Cuándo se puede creer que una obra está terminada?
En esta clase de ensayos de investigación, nunca realmente, porque aparecerán más relatos y leyendas, porque la visión del mundo es susceptible al cambio, pero en un momento dado hay que cerrar un trabajo. Este me tomó casi 20 años.
¿Escoge a alguien como juez de su obra?
Sí, para mí un interlocutor adecuado es muy importante. En el proceso de los libros Mujeres perversas de la historia y en Diosas, brujas y vampiresas tuve un amigo que me acompañó todo el tiempo, creo que casi lo enloquecí, aparece mencionado de forma especial en los agradecimientos de los textos.
Susana Castellanos
Estudió la carrera de Literatura en la Pontificia Universidad Javeriana. Realizó una especialización en educación y cursos de posgrado sobre religiosidad afroamericanas.
Es docente de Mitología, Literatura e Historia del Arte. Escribió además Mitos y leyendas del mundo y Mujeres perversas de la historia.
DE DIOSAS, A BRUJAS CON VERRUGAS
Había hechiceras antes del cristianismo y podían producir resultados benéficos o maléficos.
Pero, bajo el escrutinio de este, se convirtieron en aliadas del diablo.
Un halo fascinante recubre el temor a una forma particular de malignidad que encarnan las hechiceras, las brujas y las vampiresas. Durante siglos han recorrido la imaginación humana como fantasmas plasmándose en el arte y la literatura. El miedo que inspiran es otro de sus maravillosos dones.
Sus orígenes se encuentran en las imágenes de las diosas madre de la antigüedad. Primigenias deidades de la Tierra, la oscuridad y la Luna que encerraban los misterios de la vida y la muerte. Fueron adoradas por gentes que dependían de la fertilidad de la tierra para su sustento. Las hechiceras surgieron como portadoras de los secretos de las diosas. Por tal motivo tenían un profundo conocimiento de la naturaleza y ejercían como yerbateras, parteras, curanderas y predecían desde tormentas hasta el destino humano.
En los relatos mitológicos se las imaginó casi siempre como mujeres inquietantes, seductoras, vanidosas y apasionadas, que dedicaban gran parte de su tiempo a preparar poderosos brebajes capaces de hacer caer al más fuerte de los héroes bajo el temido embrujo del amor o, por venganza, generarle a cualquier hombre una angustiosa impotencia sexual al hacerlo víctima de un "amarre" o "ligadura". Además, se creía que podían comunicarse con los muertos e incluso metamorfosearse en una especie de aves para poder volar.
Sin embargo, es factible que, hacia el tercer milenio antes de Cristo, cuando los indoeuropeos se posesionaron del mundo occidental, trajeran consigo sus dioses de la guerra, que tenían su propia cohorte de servidores masculinos, druidas sacerdotes o chamanes. Las antiguas diosas, su comitiva de servidoras y su culto quedaron relegados a la oscuridad y al misterio aunque su fuerza no desapareció por completo; sus enseñanzas se mantuvieron en forma de tradición oral entre las hechiceras, sus sucesoras, cuyos conocimientos y poderes exacerbaron la imaginación popular.
Por ejemplo, la creencia de que ciertas hechiceras eran capaces de volar o transformarse en pájaros, se vio representada desde la antigüedad clásica en la figura de las stryx (en griego, lechuza). A ellas se refieren antiguos relatos romanos como mujeres que durante el día elaboraban misteriosas pociones y en las noches se transformaban en aves para ir busca de jóvenes hermosos a los que visitaban en sus camas mientras dormían para seducirlos hasta agotarlos sexualmente. Luego, frenéticas, desgarraban los cuerpos de sus víctimas, comían su carne y bebían su sangre.
Acabado el festín, las stryx salían a volar mientras rompían el silencio de la noche con aterradores chillidos.
La hechicería es, entonces, un fenómeno anterior al cristianismo, que pretende manipular las fuerzas de la naturaleza con las que se pueden producir resultados benéficos o maléficos. Pero estas mismas prácticas, bajo el escrutinio del cristianismo imperante desde la Edad Media, fueron consideradas el resultado de un pacto con el diablo. Fue entonces cuando apareció la creencia en las brujas propiamente dichas o mujeres a las que se acusó de tener tratos con el demonio.
El auge de este fenómeno social, específicamente cristiano, duró tres siglos, entre 1450 y 1750. Se creyó que fueron en su mayoría mujeres quienes, renegando del Dios cristiano, se hicieron amantes de Satán. Por tal motivo se llevaron contra las acusadas de dicho crimen procesos judiciales a cargo de los tribunales de la Inquisición. Se elaboraron complejos tratados demonológicos para explicar la forma como el diablo actuaba en el mundo y se dedujo que existían ciertas personas, particularmente mujeres. que habían decidido colaborarle en su expansión del mal.
Aparecen las verrugas peludas
A los ojos de la gente, la hechicera se convirtió en bruja. Perdió su seductora hermosura y se convirtió en una vieja astuta, arrugada, encorvada, con verrugas peludas, irrespetuosa de la autoridad y capaz de cualquier cosa, incluso de fornicar con el demonio.
Además se reía con estrepitosas carcajadas. Por eso fue temida, considerada un ser siniestro al que se debía cazar y dar muerte.
Para el siglo XVI, una época de agudas divergencias religiosas, la posición oficial de protestantes y católicos resultó similar en este asunto.
Como ayuda para aquellos que deseaban erradicar las fuerzas del demonio, dos frailes dominicos publicaron el Malleus Malleficarum, un manual para inquisidores que explica "muy racionalmente" la presencia del mal en el mundo y propone el exterminio de las secuaces del diablo para combatirlo. En el Malleus se evidencia el temor a la sensualidad femenina al caracterizar a las brujas por su insaciable lascivia.
Precisamente, uno de los aspectos más inquietantes de la brujería fue el aquelarre o reunión de brujas para copular con el diablo. Qué sucedía en esos encuentros y cómo se lograba llegar allí han sido temas de inspiración para demonólogos y artistas. Algunos aseguraron que dichas citas con Satán se iniciaban siempre dos horas antes de la media noche y finalizaban al alba con el canto de un gallo.
Las brujas se preparaban cuidadosamente para la reunión untándose en todo el cuerpo un ungüento mágico a base de plantas alucinógenas que les generaba la sensación de volar, si bien varios acusadores del siglo XVI aseguraron que realmente se desplazaban por los aires.
Escobas y aquelarres
La escoba se consideró desde entonces su medio de transporte por excelencia, aunque algunas viajaban por las nubes a lomos de demonios transformados en cabros. El recorrido aéreo se iniciaba despegando por la chimenea, tras frotarse la poción mágica.
La salida por el oscuro y estrecho conducto era uno de los momentos más peligrosos del viaje, pero ya en el cielo nocturno el vuelo solía ser tranquilo, si bien se podían presentar graves dificultades ya que el sonido de las campanas de las iglesias tenía el poder de hacer caer la escoba precipitadamente a tierra.
Los eruditos en temas del demonio señalaron que generalmente la escoba alcanzaba suficiente velocidad como para que el santo sonido no fuese problema. Sin embargo, se sabe de una mujer, Lucrecia, cuya escoba se vino abajo estrellándose contra El suelo al escucharse las sagradas campanas del ángelus. Si bien Lucrecia sobrevivió a la caída, murió poco después condenada en la hoguera.
El aquelarre se efectuaba en lo recóndito de un bosque. Allí, al calor de una hoguera, el diablo y sus demonios bajo forma de machos cabríos recibían a las invitadas quienes en solemne señal de sumisión al maligno le besaban el trasero. Tras la particular bienvenida, los participantes disfrutaban de un espléndido festín que incluía cena y danzas alrededor de la hoguera culminando en una frenética orgía en las que tras intensos encuentros sexuales el diablo imponía su marca sobre la piel de sus seguidoras.
Exhaustas, las brujas emprendían antes del amanecer vuelo de regreso a casa, ansiosas ya por un próximo aquelarre. Asistirían si lograban escapar a la prisión de los tribunales inquisitoriales donde cuidadosos seguidores de la virtud impuesta por las formas religiosas imperantes, examinaban los rincones más recónditos de la piel desnuda de las supuestas brujas, en busca de extraños lunares y verrugas considerados la indeleble marca del demonio sobre sus mujeres.
A pesar de su dudosa existencia, la fuerza de la imagen de la bruja tiene un ímpetu inigualable y su carácter subversivo y enérgico trasciende los límites de la realidad. Es tan inquietante que hoy produce cierto temor en algunos, por lo que es muy posible que permanezca agazapada en algún rincón esperando el momento propicio para la salir a volar en noches de ensueño.
La bogotana Susana Castellanos de Zubiría se ha especializado en la investigación sobre las representaciones en la historia de las pasiones, el miedo y la condena. Entre sus títulos están: 'Mujeres perversas de la historia', 'Diosas, brujas y vampiresas' y 'Amores malditos'.
Una celebración de los demonios
Susana Castellanos de Zubiría
La autora de Dioses, brujas y vampiresas y Mujeres perversas de la historia responde por qué el miedo del hombre a lo desconocido ha terminado por convertir las transgresiones de las mujeres en actos casi diabólicos.
Por: Redacción Arcadia
Susana Castellanos nunca se ha sentido conforme con explicar el mundo a partir de lo racional, de las verdades absolutas. Esa razón masculina, que ha dado lugar a las religiones monoteístas, pone a la mujer en un lugar que no le gusta para nada, contra el que se rebela.
¿Qué lugar es ese?
Pues un lugar en el que la mujer no tiene autonomía, un lugar en el que no asume su destino como algo propio. Eso que llaman “la condición humana” tiende a ser una visión masculina de la vida. Cuando uno entra en el mundo de los mitos, siente algo que pareciera salir de otra parte, algo más físico, más inasible, que es lo femenino.
¿De ahí su fascinación con las hechiceras?
Las hechiceras son mujeres libres. En la mitología, son mujeres hermosas y autónomas que se quedan solas. Ulises abandona a Circe, abandona a Calixto. La hechicera prefigura una idea de mujer en la historia del Occidente. Son autónomas en su vida y en su sexualidad, y es por ejercer esa autonomía que los hombres siempre las abandonan. Es un mundo radicalmente opuesto al de la princesa virginal. Las hechiceras son personajes trágicos por excelencia; personajes marginales que no van a terminar como la princesa de cuento. Pero ellas de la única manera que podían actuar, juegan otro juego: ponen las cartas sobre la mesa. Algo muy distinto pasa con, por ejemplo, el mito de la virgen María, o con las princesas morrongas que se conforman con ser un trofeo. Esa es una aberración terrible, una negación del cuerpo. Para mí, la virgen María está en la categoría de los monstruos mitológicos, junto a la quimera, aunque creo que el daño que ha hecho es mucho mayor.
¿Se podría aventurar la interpretación de que el abandono por parte de Ulises de esas dos brujas estupendas es un castigo masculino a una sexualidad independiente y poderosa?
Claro. Las hechiceras, las brujas, las vampiresas, representan el miedo del hombre a todo aquello que no pueda controlar, y que se encarna en lo femenino. Ellas inevitablemente representan lo femenino en su forma más extrema. Y hay un marcado temor masculino a ese universo femenino que se sale de lo racional y lo convencional.
Para usted, lo femenino se construye en contraposición a lo racional. Ellos son luz; ellas, oscuridad; ellos son racionalidad; ellas intuición, emoción. A las nuevas generaciones de mujeres les molestaría profundamente esa idea.
Hoy hay una corriente que busca volver a lo natural, cuestionando lo racional, lo científico. Busca lo místico, lo integral, y ese es el aspecto de lo femenino que me gustaría rescatar y que busca una comunión con la naturaleza. Yo no creo que lo racional sea necesariamente una virtud, y sospecho de las verdades en las que se ha sustentado el monoteísmo patriarcal. Le tengo pánico a todo aquello que pretende ser absolutamente racional como única lógica. Me gustan las visiones más íntimas del mundo, donde no predomina lo racional.
Pero esa idea acentúa el viejo cliché que dice que las mujeres se mueven en el territorio de las emociones, en el mundo de lo privado, y el hombre en el de las ideas, que es el mundo público. ¡Acabamos de nuevo confinadas a la casa!
Si examinamos el mundo actual, entendido como un mundo masculino, la verdad es que no tendríamos demasiadas razones para sentirnos orgullosos. Hace falta cuestionar un poco esa forma que ha sido entendido el mundo a partir de la ciencia y de las religiones monoteístas, cuyas consecuencias todavía padecemos en la forma de terribles conflictos bélicos. Hay algo muy femenino en esa búsqueda contemporánea de, por ejemplo, las religiones orientales. La necesidad de integrar, de no compartimentar la realidad. Pero es verdad que cuando las mujeres han transcendido de lo privado a lo público, se les ha estigmatizado.
Perversas como las brujas….
Las brujas ya son un fenómeno de los siglos XV al XVIII. El cristianismo considera que ciertas mujeres pactan con el diablo, un pacto que también es sexual. Es en esos siglos cuando se da la malevolización de lo femenino. Y la imagen de la bruja se torna fea, arrugada… Se asocia la mujer con la descomposición, y por eso, por ejemplo, se supone que arrugan más rápido que los hombres. Esa fealdad es expresión una cultura profundamente misógina.
Pero ¿no se podría pensar que esas mujeres de la Edad Media que fueron llevadas a la hoguera estaban buscando exactamente lo mismo que los hombres, el conocimiento? Ambos buscaban a través de la razón, con las herramientas que tenían a su alcance…
Pero las mujeres eran parteras, eran yerbateras, conocían las virtudes de las plantas. Los hombres en cambio estaban trabajando con la cábala, las matemáticas, la astronomía… Ellas miraban hacia la tierra y hacia el submundo, mientras ellos miraban hacia arriba… Es distinto.
Pero eso puede ser porque ellas no tenían acceso a la educación.
Sí, de acuerdo, en parte. Durante la Inquisición, el código jurídico con el cual se procesa a las brujas asegura que brujería es un problema femenino. Si disienten, ellos son considerados herejes. Ellas, brujas. Ellos son disidentes intelectuales, ellas en cambio tiene pactos con el mal. Si esta historia la hubiéramos contado las mujeres desde el principio, posiblemente los demonios de la mitología tendrían otras características. Pero me parece importante reivindicar a esos seres femeninos que han sido mal interpretados a lo largo de la historia, acusados desde una idea masculina de racionalidad. Una racionalidad entendida desde lo femenino sería distinta. La naturaleza femenina acepta la contradicción, acepta el territorio de lo posible, lo que no podemos asir del todo. La creencia en un solo dios único y verdadero es masculina, y se ha otorgado a lo largo de la historia el derecho a matar a todos aquellos que piensan de otra manera.
¿No es incómodo que todos estos arquetipos femeninos tengan que ser físicamente hermosos...?
Son atractivas, lo cual no quiere decir que correspondan a un canon establecido por hombres. Ellas definen qué es la belleza. Lilith tenía las piernas llenas de pelo y una cola de pescado. Hay un lado bestial en esas mujeres. La suya no es la belleza de las princesas, sino una belleza aterradora, inquietante, perturbadora. Mientras que la princesa virginal es casi incorpórea, angelical, estos demonios son pura piel, puro cuerpo.
¿Es posible una nueva narrativa en la que la hechicera pueda ser feliz?
Yo espero que sí. Vivimos en un momento en que la historia puede comenzar a ser contada por mujeres.
Las mujeres quieren ser hechiceras y no vírgenes
La aparición de nuevos libros sobre el tema exhorta a repensar el papel de la mujer en la ficción literaria
Yanet Aguilar Sosa
El Universal
Sábado 11 de julio de 2009
Aunque algunas han protagonizado relatos de la literatura universal y otras han marcado la historia de la humanidad, todas son mujeres que se caracterizan por tener una conducta irregular que no está sujeta a los cánones. Sean personajes de ficción o seres de carne y hueso que tuvieron poder, las mujeres en la literatura o en la historia son vistas como infractoras de las reglas, catalogadas como perversas, malas y asesinas pasionales.
Hay un interés creciente por revisar cuál ha sido el papel de la mujeres en la literatura y en la historia. Sea desde el cuento, como en Malas. Relatos de mujeres diabólicas (Lengua de Trapo, 2009), de Marta González Mejía, o la revisión histórica como en Mujeres perversas de la historia (Editorial Norma), de Susana Castellanos de Zubiría, la mujer es objeto de estudio por académicos y literatos.
Pero no se trata sólo de una convicción de investigadoras por saber cómo ha sido vista la mujer en el tiempo —casi siempre desde la mirada masculina—, sino que responde a un interés editorial y de los lectores por conocer las historias de mujeres que ya no se apegan a la visión de la Virgen María, sino a la personificación de la vampiresa o la hechicera.
Aunque en los últimos tiempos se han editado títulos como Asesinas. Cuatro siglos de crímenes con nombre de mujer, de Cinzia Tani; No hagas preguntas. La vida secreta de las mujeres de la mafia, de Clare Longrigg y Las diabólicas, de Barbey d´Aurevilly, sin olvidar ediciones recientes como Historias mexicanas de mujeres asesinas, de Humberto Padgett y Mujeres asesinas, de Marissa Gristein, en el primer trimestre de 2009 aparecieron nuevos títulos de mujeres malvadas.
Las nuevas visiones
La académica colombiana Susana Castellanos asegura que los libros se han convertido en espacios que ahora interesan porque es una mirada nueva sobre las mujeres, pero también porque representa generar a la mujer la inquietud de que la forma en que se ha visto ella misma hasta ahora, con ese ideal de princesa o de Virgen no es el real. “Si nos parecemos a alguien es a las hechiceras y eso es lo que tiene pulsiones más fuertes”.
La investigadora asegura que siempre se ve con malos ojos a la mujer que ha ejercido el poder público, se le ve como la usurpadora de un poder que tradicionalmente es masculino, “se la critica además cuando tiene el poder por creer que hace de lo personal un problema público, que actúa más por capricho que por seguir algo determinado. Hay un gran contraste entre lo que las mujeres son y la idealización que la sociedad —machista— tiene de ella”.
No le cabe duda de que cuando un hombre piensa en un ideal es un héroe, mientras que para la mujer el ideal es la Virgen María y eso ha sido profundamente nocivo para el género femenino.
“Eso hace ver a las mujeres malas como más malas de lo que son, no solamente tienen actos perversos, sino que están rompiendo con un ideal de maternidad y virtud”, dice Castellanos.
La historia ha visto con un ojo muy crítico a las mujeres que han detentado el poder. Para Castellanos son temas que deberían interesar a mujeres de hoy. “Debemos reflexionar sobre lo qué somos y nuestros ideales; de eso se tratan estos libros, porque no tenemos muy claros los parámetros, vivimos bajo un ideal de telenovelas y cuentos que no es real”.
Las malas por placer
Marta González, compiladora, autora del prólogo de Malas. Relatos de mujeres diabólicas y traductora junto con su hija Marta Vela, de los 18 cuentos que reúne, dice que las protagonistas son malvadas “bien de motu propio o por inducción”.
Los autores no prodigan el tipo de mujer malvada para no comprometerse en una solución “políticamente correcta”, concepto inexistente entonces pero válido ahora y no malograr el texto por contentar a la Iglesia y a la sociedad de entonces.
Su revisión literaria confirma que la literatura fantástica tiene más permisividad —ideológicamente hablando— porque no pretendía reflejar la realidad, sino que es pura ficción, género donde las mujeres pueden ser “más malas” porque encarnan seres inexistentes (vampiras y otras) y eso permitía a los autores no dar explicaciones ni aparentar una solución conciliadora, que echaba a perder la obra, al estar sujeta a una ideología.
González Mejía asegura que todas las mujeres de la antología son perversas y causan la muerte o la locura de los hombres. “Unas veces se lo buscan ellos; otras, son los personajes femeninos quienes procuran la perdición de los hombres y ya era hora de que se tomaran la revancha; toda la literatura romántica europea está impregnada de ese ‘destino aciago’ (al cual ayudan los hombres), que condena a las mujeres a la destrucción... todas son víctimas del hombre o de las circunstancias sociales que éste propicia y el realismo es más cruel, porque es más verídico”, explica.
Si Marta González incluyó cuentos de de E.T.A. Hoffmann, Alexandre Dumas, Émile Zola, Bram Stoker, Walter Scott o Edgar Allan Poe, entre otros, para analizar la visión que se tenía de la mujer; Susana Castellanos recurrió a mujeres de todos los tiempos, desde las malas que cita la Biblia como Lilith, Eva y Judit, hasta personajes de la mitología griega, del mundo clásico, emperatrices, zaristas, religiosas y santas-perversas como Helena y Teodora y algunas mujeres fatales del siglo XIX.
Descubrió que mientras el hombre asesina con la fuerza y en batallas, las mujeres tienden a los venenos y las actitudes soterradas, casi una maldad intrínseca; por eso la mitología ha relacionado a la mujer con lo instintivo, lo pasional y las emociones, opuesto a “lo racional y equilibrado de lo masculino”.
Maldad en el siglo XX
González afirma que en el siglo XX continuó la tendencia de considerar a la mujer mala y sermonearla con la literatura “para que aprenda buena conducta para agradar al hombre y marcarle pautas de comportamiento”, ahí están las historias del Nobel Camilo José Cela; pero es verdad que “hay más mujeres con una formación universitaria que escriben sobre mujeres y para mujeres y la concepción cambia”.
Para la investigadora, los escritores del boom sudamericano han ayudado a dar otro rostro a la mujer en la literatura, “no son tan misóginos y machistas como los españoles, sobre todo los mexicanos Azuela, Rulfo, Esquivel, Fuentes. Ahora se publican no sólo textos desconocidos, sino literatura ‘marginal’, de autores noveles que no se ajustan a géneros ni a normas y cuyo tratamiento de los personajes responde a una opinión suya, de como ven el mundo actual”.
González dice que siempre ha habido y habrá mujeres malas (y buenas), pero también hombres buenos y malos y la cuestión es tratar a la mujer igual que al hombre: Castellanos señala que en el siglo XX hay una banalización.
“A diferencia del siglo XIX, el XX es un poco desapasionado, ordinario. Cuando se enfrenta uno a la mafia, ya el mal pierde el carácter romántico, ahora no hay malas de leyenda, sino lo que uno ve en periódicos. Estamos en la época del andrógino, nadie quiere sentirse comprometido con nada, ni con el género”. “Las mujeres asesinas son casos de la vida diaria, pero las de mi libro se están jugando algo a futuro, donde la posteridad está en juego”, dice.
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desde cuando empieza una bruja insipiente?tengo años queriendo serlo y ya voy a cumplir 27 años y no se me a hecho
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