¿Te pasó alguna vez? Por Adriana Castro www.revistabrujas.com.ar
Despertar, y a veces sin tener tiempo para desperezarse, saltar de la cama para comenzar rápido un nuevo día.
Las obligaciones se suceden una tras otra y las horas pasan tan rápidamente como el agua entre las manos.
El tiempo transcurre, y ya anocheciendo, cuando el trajín del día se va aquietando, se comienza a preparar la cena. En el soliloquio de la alquimia culinaria, como un descubrimiento, aparecen las preguntas: ¿qué hice hoy que me haya dejado realmente contenta conmigo misma? ¿En qué momento del día me miré apenas un instante al espejo y reconocí a esa gran persona que soy (con todos los defectos y virtudes de cualquier ser humano)? ¿Cuándo me felicité a mi misma hoy, por todo lo que soy capaz de hacer por los demás (asistente personal de cada integrante de la familia y hasta de amigos, compañeros de trabajo y vecinos), olvidándome, a veces, de mis propios deseos o necesidades?
Estos pensamientos, entonces, traen un poco de tristeza, sentimiento de vacío y sensación de soledad, ¿Y qué hacer con esto?
Encontrarnos con nosotras mismas; con aquella adolescente, esa joven mujer que miraba la vida con ojos recién salidos de la infancia; pero con la edad suficiente para emprender desafíos, con Amor, con Fuerza, con Valentía.
No importa la edad del cuerpo ya que son los mandatos sociales los que etiquetan hasta qué edad se puede hacer qué. Lo imprescindibles es el espíritu que es eternamente vital.
Buscar dentro de nosotros qué nos gusta, qué nos alegra, qué nos hace vibrar. Escuchar nuestra música preferida, cantar, bailar; tener (como cuando íbamos a la escuela) varios recreos durante el día, para “defender la alegría”, como escribía Benedetti y cantaba Serrat.
A veces puede ser un curso, una actividad física, una charla, una meditación (meditar es encontrar un momento de quietud para la mente, estar en Paz), ya que hay muchísimas posibilidades para re-descubrirnos; sea lo que sea, siempre vale la pena intentarlo.
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